Un aspecto que me parece esencial sobre los límites que se establecen a una persona en la relación es el mensaje que de los otros son importantes. Cuando ponemos un límite, estamos transmitiendo a la persona que lo recibe que es necesario tener en cuenta al otro.
Un límite es una restricción que se pone a la acción de una persona con el fin de proteger su integridad física y emocional y la de las demás personas que están con ella, para mantener el ambiente relajado.
Así, a través del límite, la persona queda protegida y los que están con ella también.
Por tanto, la experiencia de verse limitada, ofrece a la persona una doble información: eres importante (te cuido) y los demás también somos importantes (nos cuidamos, no permitimos agresiones).
La experiencia del límite transmite a la persona que ha de tener en cuenta a los demás.
Cuando a una persona no se le permite agredir, dañar o faltar al respeto a otra, se le está transmitiendo que los demás son importantes. Además, se le está ofreciendo un modelo de autocuidado que le servirá como referencia para aprender a poner sus propios límites.
Si a un niño no se le establecen los límites sobre la necesidad de respetar a los demás, se le está dejando sin referente de autocuidado. Además, se le está dificultando el aprendizaje social sobre tener en cuenta a los demás y sobre su derecho a ser tenido en cuenta.
Para establecer relaciones sanas y cómodas con otras personas, los límites son esenciales: no permito que me dañes, así como yo no te daño a ti.
Los niños van aprendiendo a relacionarse a través de la experiencia y el modelo de las personas con las que se relacionan. Si la persona adulta que acompaña no es capaz de establecer límites en las interacciones interpersonales del niño, éste pierde el valioso aprendizaje sobre el respeto a los demás, así como el modelo de poner los propios límites en la relación.
Para ofrecer esta experiencia constructiva, es importante que la persona adulta que acompaña reconozca los límites que necesita para estar cómoda, teniendo en cuenta al niño. Por ejemplo, poner un límite a la actividad porque necesito descanso o no permitir que me golpeen serían buenos ejemplos.
Asimismo, la persona adulta que acompaña es responsable de establecer los límites de respeto y no-agresión en las relaciones entre iguales.
Los límites, en estos casos, transmiten al niño que es importante y que los demás también lo son. Por ello, son esenciales para sentar las bases de relaciones asertivas y no-violentas.
Mónica Serrano Muñoz
Psicóloga especializada en Mujer, Maternidad y Crianza Respetuosa, Desarrollo Personal
Col. Núm. M26931
Consulta, terapia, grupos de apoyo, asesoramiento
Directora de la formación Maternidad Feliz – Crianza Respetada