Un tema que surge mucho en consulta es la culpabilidad por no jugar con los hijos. Muchísimas mujeres se sienten culpables porque apenas juegan con sus hijos, no les apetece. Se sienten muy malas madres por ello. Y son muchas las que lo manifiestan.
Estas mujeres lo pasan fatal, pues creen que deberían jugar con sus hijos pero no tienen ganas, no les sale natural y lo evitan. Y se sienten tremendamente culpables.
Focalizan su atención en lo que no hacen, en este caso jugar, y obvian todo lo que hacen. Todas las tareas de cuidado, acompañamiento, sostén y logística que aportan a la vida de sus hijos las olvidan y se centran en que no quieren jugar con ellos.
Una vez más, vemos como nos enfocamos en la carencia, en lo que nos falta, en lo ausente, y obviamos lo que está presente, lo que tenemos en abundancia, lo que aportamos.
Vemos lo que no hacemos, que es jugar con nuestros hijos como si fuésemos sus iguales y nos castigamos con sentimientos de culpa. Sin embargo, no vemos todas las actividades lúdicas que cada día compartimos con ellos. Cantar, leer cuentos, contar historias, pasear, reír juntos, ver una peli, acompañarlos al parque o a la piscina… son actividades lúdicas compartidas que obviamos cuando nos sentimos culpables por no responder a sus reclamos de juego.
Hemos asumido la responsabilidad de satisfacer nosotras como adultas la necesidad de juego entre niños de nuestros hijos. in embargo, esto es complicado porque nuestra condición de adulta no limita la motivación por jugar como un niño.
Además, nuestro papel de madre, relacionado con los cuidados, la provisión de recursos y el sostén, limitan el tiempo y la energía que tenemos para jugar. Nuestras funciones de cuidado, provisión y sostén son básicas y esenciales para el desarrollo de nuestros hijos.
El enfoque en la falta, en la carencia nos conduce a una sensación de escasez, culpa y tristeza que tiene mucho que ven con dónde hemos aprendido a poner el foco.
Cuando comenzamos a redirigir el foco a lo que tenemos y aportamos, en vez de a lo que falta, entonces las sensaciones se transforman, y podemos ir alejándonos de la culpa hacia la sensación de plenitud.
Te invito a enfocarte conscientemente en lo que aportas, lo que tienes, lo que ofreces, para compensar y reducir la sensación de carencia que te lleva a la culpa y frustración.
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Mónica Serrano Muñoz
Psicóloga Humanista
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