A la mayoría de los niños les gusta disfrazarse y esto no es casual. El hecho de vestir un atuendo que no es el habitual y que representa a otra persona o personaje satisface diversas necesidades de los niños que potencian el desarrollo evolutivo de diversos ámbitos.
Cuando un niño se viste con el atuendo de otra persona, está ensayando, de manera vivenciada, la capacidad de adoptar una perspectiva cognitivadistinta de la propia.
La adopción de perspectivas es una habilidad evolutiva que se consolida hacia los 4-5 años de edad. En etapas anteriores, el pensamiento del niño es egocéntrico, basado únicamente en la perspectiva propia. Por ello, cuando un niño se disfraza, está potenciándose esta capacidad.
Lo mismo sucede con la empatía, la capacidad de comprender estados emocionales de otras personas, de sentir lo que siente el otro desde la perspectiva del otro. Esta capacidad, al igual que la anterior, se consolida hacia los 4-5 años de edad. Los disfraces estarían fomentando el desarrollo de la empatía, pues el niño disfrazado simula ser otro y, por tanto, puede ser facilitador para que el niño conozca el mundo emocional del otro.
Asimismo, el niño que se disfraza está poniendo en marcha su creatividad, entendida como la capacidad de buscar alternativas a una misma situación. El niño disfrazado está desarrollando respuestas, perspectivas y soluciones diferentes a situaciones concretas. Por lo tanto, los disfraces contribuyen al desarrollo de la creatividad.
Además, cuando se permite al niño elegir su disfraz, o las prendas que va a utilizar para configurar su disfraz, se está permitiendo el desarrollo de la capacidad de tomar decisiones, de elegir entre varias opciones. Por ello es tan importante permitir siempre al niño escoger su disfraz.
Por todo esto, ofrecer a los niños situaciones y materiales con los que poder disfrazarse es muy favorecedor del desarrollo y consolidación de diversas capacidades evolutivas de manera lúdica.
¿Por qué sólo disfrazarse en fechas señaladas?
Cuando se aproximan fechas asociadas a fiestas de disfraces, tipo Halloween o Carnaval, surge un ambiente general asociado a los disfraces de una manera muy marcada. Se ofrecen máscaras y disfraces a los niños, desde los medios de comunicación, los centros educativos o los comercios.
Muchas veces, el medio orienta al niño a disfrazarse en una fecha concreta con el consumo asociado de productos y servicios de la señalada fiesta. El disfraz se se convierte en un bien de consumo, en un momento concreto del año, y se consume de manera general. Muchas veces, además, acotado a una temática concreta asociada a la fiesta en cuestión.
Es el medio social el que impone cuándo debe disfrazarse el niño y, a veces, sobre qué debe hacerlo, eliminando la espontaneidad del juego, la creatividad del acto, la toma de decisión… y, después de la señalada fiesta, el disfraz se guarda hasta la próxima fecha socialmente asociada a disfraces.
Con esto estamos perdiendo muchas oportunidades de juego, de enriquecimiento, de desarrollo de los niños, pues lo estamos acotando a unos momentos concretos descoordinados de la necesidad del niño.
Los disfraces pueden utilizarse como elementos de juego a lo largo de todo el año, de manera independiente de las fechas socialmente señaladas para ello. Podemos ofrecer a nuestros niños, como material de juego, telas, pelucas, maquillaje infantil, sombreros… que les permitan disfrazarse espontáneamente, de manera no dirigida, permitiendo el desarrollo de las distintas habilidades que potencia el juego de disfraces.
Así pues, en conclusión, es recomendable que no nos limitemos a las fiestas orientadas al consumo que el medio social nos trata de imponer y permitamos a los niños disfrazarse con espontaneidad siempre que lo deseen.
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