En esta primera parte del artículo hablaré de los beneficios de creer a nuestros hijos cuando son pequeños, dejando para una segunda parte los beneficios que esta confianza generará a largo plazo.
Contrariamente a lo que algunos puedan pensar, los niños pequeños no son capaces de mentir convincentemente. Según explica la teoría de la mente, hasta los cuatro años, aproximadamente, los niños son incapaces de saber que nosotros no conocemos lo que ellos están pensando, o algo que haya sucedido mientras no estábamos presentes. Hasta esta edad, los niños piensan que todo lo que ellos saben, lo saben los demás, por lo que no conciben el poder engañar a los otros.
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Sí que puede suceder que lo que diga nuestro hijo no se ajuste a la realidad, pero no por ello va a ser una mentira. En sus primeros años, los niños son incapaces de distinguir la fantasía de la realidad, así que pueden llegar a creer que algo que han soñado o imaginado muy vívidamente ha sucedido de verdad. Cuando nos lo cuentan, para ellos es algo totalmente real, por lo que no se puede considerar una mentira.
También pasa que los niños pequeños aún no tienen la capacidad de comprender muchas de las cosas de su alrededor, por lo que quizá lo que nos cuentan nos puede resultar extraño o inverosímil, pero es así como lo han entendido.
Y finalmente, en muchas ocasiones nuestro hijo no sabe explicar lo que siente o lo que piensa, y lo hace de una manera que podría hacernos pensar que está mintiendo (por ejemplo, cuando dice que le duele algo y en realidad lo que pasa es que está molesto o nervioso por una situación determinada).
Es muy importante que siempre que nuestro hijo nos cuente algo, le creamos. Esto no quiere decir que creamos que realmente hay un monstruo en su habitación, sino que creamos que el miedo que él siente es totalmente real.
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Hacerlo de esta manera nos permitirá abordar una solución desde el plano emocional, e incluso “mágico”, que es en el que se mueven los niños, logrando una respuesta más respetuosa con él que si nos empeñamos en convencerle de que está equivocado.
Siguiendo con el ejemplo, podremos buscar con el niño formas de “protegerse” del monstruo (asustar al monstruo para que se vaya, dormir con un perrito de peluche que le protegerá), en vez de insistirle en que los monstruos no existen, que sólo generará frustración en el pequeño, y la sensación de que el adulto no le comprende ni le protege (recordemos que para él es real).
En resumen, cuando nuestros hijos son pequeños, el creer las cosas que nos cuentan servirá para mejorar la relación con ellos, afianzar la confianza que tengan en nosotros, y abordar sus preocupaciones de una manera más respetuosa con sus emociones. En la siguiente parte abordaremos los beneficios a largo plazo.
Texto cedido por
Clara Sáinz Cortés (número de colegiada: P-01832), licenciada en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid, Máster en Terapia de Familia por la Universidad de Sevilla, Especialidad en Psicología Clínica vía PIR por el Hospital Universitario Virgen Macarena (Sevilla). Nueve años de experiencia en psicoterapia infantil y familiar.
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