En nuestra cultura es muy habitual que muchas mujeres lleguen a creer que no tienen leche o que producen cantidades insuficientes de la misma.
Estas dudas están presentes ya en el embarazo. Es común que una embarazada que desea dar el pecho responda a la pregunta de si lo va hacer diciendo “Si puedo, sí”, dando por hecho que es posible que no pueda.
De hecho, la mayoría, durante los comienzos de la lactancia dudamos en algún momento de si estamos produciendo la cantidad de leche que nuestros bebés necesitan.
Esta percepción errónea de que no se tiene leche suficiente se denomina falsa percepción de hipogalactia y, en muchos casos, supone el fin de la lactancia.
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Cuando una madre empieza a pensar que no tiene leche suficiente, comienza a creer que su bebé no está siendo bien alimentado. Esta creencia genera una enorme angustia a la madre, que teme que su hijo pueda estar pasando hambre o pueda ponerse enfermo.
Ante esta situación, que puede llegar a ser desesperada, es muy fácil caer en darle al bebé un suplemento a base de sucedáneos. Esto, en muchas ocasiones es el principio del fin de la lactancia o de un destete precoz.
Las madres piensan que no tienen leche por muchos y diversos motivos: que el bebé llora mucho, que duerme demasiado, que hace tomas muy largas, que hace tomas muy cortas, que sus propios pechos son pequeños… En fin, cualquier situación puede interpretarse como indicadora de falta de leche.
En realidad, esta percepción errónea suele ser producto del cansancio y del estrés que experimentan las madres tras el parto. Algunas mujeres creen que su bebé no está recibiendo lo más básico, el alimento que necesita, porque su percepción está sesgada por el miedo, el cansancio y el estrés.
Tampoco ayuda el hecho de que muchas de nosotras no hayamos visto a otras mujeres amamantar, que no tengamos modelos culturales de referencia. Esto hace que, cuando vamos a comenzar a dar el pecho, nos asalten un sinfín de dudas que nos hacen sentir inseguras.
Muchas veces no es hambre, es necesidad de contacto y afecto
Pero la percepción de falsa hipogalactia también está muy motivada por cómo interpretamos el hecho de que el bebé necesite mamar. En muchas ocasiones, tendemos a interpretar que el bebé mama sólo cuando tiene hambre. Nos olvidemos por completo de que el bebé mama también para sentirse seguro, para estar en contacto con su madre, para calmarse a través de la succión.
Es decir, nos olvidamos de la parte afectiva del amamantamiento. Por eso creemos que si el bebé mama con mucha frecuencia es porque tiene hambre, pasando por alto que tal vez necesita mamar para satisfacer sus necesidades afectivas y no tiene tanta hambre como nosotros pensamos.
El contacto físico estrecho de la madre con el bebé facilitará que ésta conozca las necesidades (físiológicas y afectivas) de su hijo y aprenda a interpretar adecuadamente las señales que el bebé emite. La cercanía constante y casi permanente entre la madre y su hijo es muy beneficiosa para ello.