En la sociedad occidental, el canon de belleza femenina que se transmite está basado en el deseo sexual que la mujer despierta, con unas pautas muy marcadas de cuáles son las características que hacen que una mujer sea sexualmente deseable.
Así, la delgadez o la moda se convierten en objetivos que todas las mujeres están obligadas a alcanzar si quieren ser valoradas por la sociedad.
Este patrón de hipersexualización de las niñas en la publicidad, en los medios de comunicación y en los juguetes es un agente socializador muy potente hacia las mujeres.
Además este patrón, transmitido desde la primera infancia, informa a las niñas sobre qué es lo que la sociedad espera de ellas. Esto, por su parte, impacta directamente en el proceso de desarrollo de la identidad personal de cada niña.
De esta manera, se está ejerciendo una influencia social muuy fuerte y agresiva en la construcción de la identidad femenina de todo el grupo social femenino.
Con la entrada de la mujer al mercado laboral, el modelo tradicional de mujer ama de casa, económicamente dependiente del hombre se elimina, desaparece. La mujer adquiere cierta independencia económica, lo cual supone que el hombre pierde parte del control que posesía sobre ella.
Así, la hipersexualización de las niñas y de todas las mujeres en general puede entenderse como una reacción de la sociedad patriarcal, que trata de recolocar a la mujer en el modelo tradicional de dependencia del hombre a través del mensaje: la mujer sólo tiene valor si es sexualmente deseable. Si no, desaparece.
Ahora la dependencia es más emocional, afectiva, que económica. La mujer pasa a depender de la aprobación y valoración masculina basada en unos parámetros que no son acordes con la naturaleza femenina.
El patrón de hipersexualización femenina no se centra en absoluto sólo en el ámbito infantil. Es un patrón que afecta a todas las franjas de edad de las mujeres (a excepción de la vejez). Este patrón reduce a todas las mujeres a seguir un canon de belleza similar que se corresponde con un mismo rango de edad.
Así, todas las mujeres de entre unos 5 y unos 60 años se ven abocadas a tratar de alcanzar un canon de belleza hipersexualizado, más propio de mujeres de 17 a 25 años (que es la edad de mayor plenitud sexual).
De esta manera, se trata de un grupo de edad muy amplio siguiendo el mismo patrón. Esto conlleva a que los modelos culturales de referencia de las niñas responden en todo momento al mismo canon.
Referentes hipersexualizados
Los referentes femeninos familiares de las niñas (sus madres, hermanas mayores u otras mujeres de su entorno), que son sus modelos a seguir, cumplen también este patrón de hipersexualización.
Así pues, tanto el referente familiar como el social de las niñas se basan en un mismo estereotipo. Esto limita muchísimo las alternativas de las niñas, que sólo reciben un tipo de modelo: el asociado a la hipersexualización. Esta falta de alternativas condena a las niñas a seguir el patrón establecido.
Luchar con este patrón de hipersexualización, para evitar condenar a nuestras hijas a la frustración que genera aspirar a un canon de belleza inalcanzable no es una tarea fácil, pero sí es posible.
Las herramientas de las que las mujeres disponemos para reducir ese impacto son variadas, pero comienzan por el autoanálisis y la toma de conciencia de cómo el proceso de hipersexualización femenina nos influye a nosotras mismas.
Las personas interesadas en profundizar en el acompañamiento adecuado del desarrollo sexual de las niñas pueden consultar el siguiente enlace, en el que se ofrece una videoconferencia sobre el tema.