Muchos proyectos profesionales y personales se paralizan o no llegan a iniciarse nunca por miedo al fracaso.
Muchas personas sienten que no inician proyectos o abandonan, tanto personal o profesionalmente, por miedo al fracaso.
Nos da miedo fracasar y nos da miedo el qué van a pensar los demás de nosotras.
Cuando empezamos un proyecto nuevo, nos damos visibilidad. Pasamos menos desapercibidas, simplemente porque iniciamos algo nuevo y tenemos que mostrarnos.
Si es un proyecto profesional (sea virtual o sea presencial) tenemos que darnos visibilidad para tener clientes, dar a conocer este proyecto y que esto tenga movimiento.
Si es un proyecto personal también nos da visibilidad porque vivimos en sociedad, vivimos en grupo y van a ver que estamos emprendiendo un proyecto personal del tipo que sea.
Entonces nos exponemos, existe una exposición que si no emprendemos no existe, pero si emprendemos cualquier proyecto ya sea personal o profesional, nos tenemos que exponer en mayor o menor medida a la mirada de los demás.
Y esa mirada de los demás nos da miedo, porque anticipamos el juicio. Anticipamos que vamos a ser juzgadas. Y sobre todo, nos asusta fracasar porque pensamos que el juicio va a ser negativo.
Ese juicio negativo nos lo apropiamos. Hemos aprendido esto y nos solemos apropiar automáticamente del juicio que los demás emiten de nosotras.
Lo asimilamos como propio e, incluso, aunque no hayan emitido ese juicio, nosotras mismas nos juzgamos como creemos e imaginamos que los demás nos juzgarían en esa situación.
Aunque la situación no se haya producido, anticipamos lo que podría pasar, que podríamos fracasar.
Y si fracasásemos, imaginamos qué pensarían los demás de nosotros.
Formulamos un discurso sobre lo que los demás pensarían de cada una de nosotras ante este supuesto fracaso que aún no ha sucedido.
Ese discurso que yo me he imaginado y que le atribuyo a los demás sin ser real, me lo apropio también, me identifico con él y lo asimilo como propio y es lo que yo me diría si fracase.
Me apropio de la opinión de los demás o de lo que creo que opinarían los demás y me lo digo a mí misma.
Voy a emprender un proyecto, anticipo fracaso, anticipo imaginando lo que los demás me dirían y anticipo también (este paso es el menos visible y quiero que lo tengamos en cuenta) que yo también me apropio de esa opinión de esos pensamientos de los demás, sobre mí ante mi fracaso y entonces (paso importante) yo anticipo cómo me voy a tratar yo a mí misma después de este proceso.
Ahí surge la autocrítica, el autorreproche, el autodesprecio, la culpa, la vergüenza.
Ahí surgen dos miedos:
– El miedo de lo que los demás piensen de mí, a quedar mal delante de los demás, que piensen que soy una fracasada, que no valgo, que no soy suficiente.
– Otro miedo mas profundo y menos visible, que es el que quiero proponer a reflexión, que es el miedo a cómo voy a reaccionar yo contra mí misma ante ese posible fracaso. El daño que me voy a hacer yo a mí misma si fracaso. Me voy a castigar, me voy a culpabilizar, reprochar, despreciar, me voy a tratar fatal y torturar psicológicamente.
Y ahí está el miedo más profundo, más allá del miedo a lo que los demás piensen de mí, que es real y paraliza bastante, el más profundo es el miedo a nosotras mismas a como nos vamos a tratar, a reprochar y a sentir con nosotras mismas.
Ahí está el verdadero problema.
Porque la opinión de los demás, lo que los demás me digan, lo que opinen de nosotras mismas, pueden evitarse. Puedo no hacerles caso, no escuchar, ignorar, no tener contacto con determinadas personas que me dicen cosas que me duelen o hunden.
Pero no puedo evitar tener contacto conmigo. No puedo evitar escuchar lo que me digo, prestarle atención a ese autodesprecio. Ahí siento que no tengo escapatoria. Y ahí está el verdadero daño y verdadero miedo.
Propongo trabajar la autoestima incondicional, para lograr una relación de amor hacia nosotras mismas, para intervenir y tratar desde la base más profunda de estos problemas que tenemos.
Es como si tuviésemos varias capas. En las más superficiales está la vergüenza, el miedo a lo que los demás digan de nosotras, el miedo a no ser aceptada, el miedo a lo que los demás digan o piensen de mí, el miedo a que se burlen de mí, todo eso está ahí.
Y si yo intervengo sobre eso evito el contacto o logro que me dé igual, o evito exponerme mucho a estas personas, estoy resolviendo la superficie, pero el fondo del problema sigue estando ahí, que es lo que yo me digo, lo que yo interpreto, lo que yo imagino y cómo yo me desprecio.
Por eso propongo ir al fondo, a lo profundo de la cuestión y cómo trabajamos sobre el sentimiento.
Cómo yo puedo quererme a mi misma incondicionalmente, en el éxito y el fracaso. Desde ahí voy a ir construyendo y transformando todo el resto de capas que van hacia la superficie. Y se van a transformar de una manera orgánica, natural, espontánea. Pero hay que trabajar sobre el fondo.
Te invito a la reflexión de todos estos miedos: Miedo a que los demás piensen que no valgo, no consigo iniciar ningún proyecto por miedo a fracasar y que los demás lo vean, miedo a exponerme empezar un proyecto y no ser aceptado por los demás, no inicio ningún proyecto por estos miedos, o lo inicio y abandono enseguida, o inicio y necesito a alguien que me proteja, porque sola no lo inicio.
¿Es el miedo a lo que los demás vayan a pensar de mí o es el miedo mucho más profundo y hondo, que es el miedo a cómo vamos nosotras a reaccionar contra nosotras mismas ante un fracaso?
Y eso está en nuestra mano transformarlo, porque no podemos controlar la opinión o acciones de los demás ni lo que piensen o sientan, pero que sí podemos gestionar como nosotras queramos y de manera libre, cómo nos tratamos, cómo nos miramos, cómo nos hablamos a nosotras y qué sentimos hacia nosotras mismas.
Mónica Serrano
Psicóloga Humanista
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