Consulta:
Hola. Te escribo porque tengo un niño de 2 años que, cuando vamos al parque le encanta montar en el columpio. El problema es que no quiere bajarse de él, puede esta más de media hora seguida subido en él (y yo empujando, claro).
Cuando vienen otros niños que quieren montar yo le digo que tiene que bajar, que hay otros niños que también quieren usar el columpio, que el columpio es de todos… pero mi hijo se niega a bajar. Al final tengo que obligarlo cogiéndolo en brazos y quitándolo del columpio en contra de su voluntad, con el consiguiente berrinche por su parte.
No sé qué hacer para que entienda que el columpio es de todos y que no puede estar toda la tarde en él.
Gracias por atender mi consulta.
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Respuesta:
Estimada amiga. Gracias por confiar en mí para hacer tu consulta y compartirla con los lectores del blog, pues es una cuestión cotidiana que nos sucede a muchos padres y comprenderla puede se muy útil para poder gestionarla.
En primer lugar, comentarte que la reacción de tu hijo en el columpio es completamente normal.
Las características evolutivas de los niños de su edad explican por qué tu hijo de dos años no quiere ceder el columpio a otros niños.
El pensamiento de los niños de 2 años (pensamiento preoperatorio) se caracteriza, entre otras cosas, por estar focalizado en un solo aspecto de la situación o un solo punto de vista (el propio), siendo incapaz de contemplar otros aspectos o puntos de vista.
Esta característica del pensamiento infantil hace difícil la capacidad de adoptar diferentes perspectivas a los niños pequeños. Esto se traduce en un pensamiento egocéntrico, que es un pensamiento centrado únicamente en el punto de vista del niño.
No obstante, hacia los 2-3 años, los niños ya saben que las otras personas tienen un punto de vista diferente del suyo; sin embargo, todavía no son capaces de situarse en él en todos los casos.
Además, la dificultad en la adopción de la perspectiva del otro es mayor cuando la persona con la que el niño está interactuando o la situación le son poco familiares.
De este modo, resulta comprensible que tu hijo no quiera ceder el columpio a otros niños, pues el niño está centrado en su propio punto de vista (“deseo columpiarme”) y tiene dificultades para adoptar el punto de vista del otro (“ese niño también quiere el columpio”).
Así, cuando le decimos al niño “Tienes que dejar el columpio a otros niños que también quieren subir” o “Ese niño está triste porque quiere el columpio, ¿se lo dejamos?” estamos ayudando al niño a aprender a adoptar una perspectiva diferente de la propia, a ponerse en el lugar del otro.
Sin embargo, la ausencia de habilidades evolutivas en el niño pequeño para adoptar perspectivas es una realidad que no debemos obviar. Es importante que seamos conscientes de que el niño todavía no es capaz de ponerse en el lugar del otro con facilidad y que no pretendamos que lo haga.
Debemos transmitirle con afecto la perspectiva del otro niño sin pretender que lo comprenda. Simplemente, le transmitiremos la perspectiva de la otra persona para facilitarle la capacidad de adopción de la misma cuando llegue su momento.
De este modo estamos adoptando una visión comprensiva y empática con el niño, lo cual nos permite tener una expectativa realista de los que va a suceder y, así, nuestra reacción ante dicha situación será la adecuada para las necesidades evolutivas del niño.
Así, cuando tu hijo de dos años no quiera dejar el columpio, puedes proceder de la siguiente manera:
Puedes comenzar avisándole de que se va a tener que bajar del columpio. Por ejemplo, se le puede decir: “Dentro de un poquito nos vamos a bajar del columpio, ¿vale?”. Esto le permitirá anticiparse a lo que va a suceder después e ir asimilando la ruptura con la situación deseada (montar en el columpio) de manera paulatina.
Puedes avisarle una vez más para favorecer esa desconexión emocional progresiva con la situación y evitar una ruptura emocional precipitada con la misma.
Para comprender la importancia de esta recomendación imagina la siguiente situación: estás en una fiesta pasándolo fenomenal. De pronto, la persona con la que has de volver a casa te agarra del brazo y te dice “Nos tenemos que ir ya”, y te obliga a abandonar la fiesta. ¿Cómo te sentirías? Seguramente, hubieras preferido disponer de un tiempo para despedirte antes de abandonar. Al niño le sucede lo mismo.
También es importante ofrecer al niño una alternativa: “Vamos a jugar con la arena un ratito”, por ejemplo. Así no caeremos en el vacío que supone el cese de la actividad deseada, si no que estaremos proponiendo un cambio de actividad, no sólo la eliminación de una de ellas.
Asimismo, es esencial establecer una expectativa de continuidad o recuperación de la actividad deseada para que la sensación de pérdida sea menor, pues expresamos la transitoriedad de la misma. Así, debemos decirle al niño “Luego vuelves a subir tú” o “Mañana volvemos a los columpios”.
Es imprescindible cumplir con la expectativa generada al niño. Así, si le decimos que luego volverá a subir, es importante que se cumpla. Si sabemos que nos tenemos que ir, es mejor que le digamos que volverá otro día.
Una reflexión necesaria
Es un hecho que en todos los lugares donde hay elementos de uso comunitario para los niños, los padres tratan de regular el uso de los mismos estableciendo turnos y acuerdos para el disfrute de los mismos por parte de todos los niños.
Los adultos establecemos nuestros criterios para, tácitamente, regular la duración y frecuencia del uso de estos elementos comunitarios por parte de nuestros hijos con el objetivo de favorecer que todos los niños puedan participar de ellos.
Sin embargo, cuando se trata de uso y disfrute de elementos comunitarios para adultos (una plaza de aparcamiento, primera fila en la playa, un asiento el autobús…), el criterio es diferente. Impera la ley del más rápido, quien primero llega se lo queda.
En estos casos, nadie se plantea establecer tunos ni ceder el espacio o el elemento a otro porque “es de todos”.
Entonces, ¿por qué a los niños les exigimos que lo hagan?…
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5 comentarios en «Mi hijo no quiere ceder el columpio a otros niños»
A mi tb me vale tu contestación y además la puedo extender a muchas de las situaciones del dia con mi peque. gracias
Ester
Estoy de acuerdo con la reflexión final, pero entonces me crea la duda de qué es lo que debemos hacer: ¿respetar que no quiere bajarse del columpio y esperar a que se canse? (que es lo que haríamos en una situación adulta) ¿u obligarle a bajar para que se suban otros niños, a pesar de que con esa edad aún no es capaz de ponerse en el lugar del otro y por tanto no le estamos enseñando nada, sólo le generamos frustración?
Mª Angeles.
Estimada Mª Ángeles. Realmente es una opción personal de cada padre. Yo simplemnbte invito a la reflexión. Sin embargo, es una realidad que la presión social es fuerte, por lo que en mi opinión debemos tratar de equilibrar las necesidades de nuestros hijos con los requerimientos sociales y con las necesidades de los demás.
Gracias por comentar.
Un abrazo
Gracias por tu respuesta Mónica. Ese es mi problema, cómo equilibrar esas 2 necesidades. Hace poco me vi en una situación parecida, en la que unos padres me pidieron que bajara a mi hija del columpio porque llevaban mucho tiempo esperando, y fue una situación muy incómoda: yo entendía que era un columpio público pero mi hija no quería bajar después de haber esperado mucho para subirse, con el consiguiente berrinche (yo no pido a nadie que baje a los niños, me espero, no sé si esto es un problema mío), y me sentí presionada a obligarla a bajar, aunque desde luego que no lo hice con la rapidez con la que esos padres querían (intenté negociar con ella, aunque mi hija tenía las ideas muy claras). En fin, qué complicado es esto.
Mª Angeles.
No estoy de acuerdo con la reflexión final. Creo que es bueno que, poco a poco, los niños aprendan a compartir. Hay que mirarlo al revés. Si de niños no nos enseñasen a compartir, de adultos lo haríamos AÚN MENOS.
A mí de pequeña me enseñaron que los juguetes no eran sólo míos, sino míos y de mi hermano. Si no sabíamos compartirlo y nos peleábamos por el juguete, el juguete se quitaba de en medio. Eso ha hecho que los dos no seamos personas muy apegadas "a nuestras cosas", lo que creo que es bueno.
Desde luego la sociedad adulta es a veces muy "egoista". ¿No sería bueno intentar cambiar esta sociedad adulta, en vez de trasladarla también a la de los niños?