En la mayor parte de los casos, hemos aprendido a expresar la rabia con violencia, basándonos en el ataque más que en la protección. De este modo, estamos cayendo en una situación de “vacío de protección”. Esto, en el contexto de la crianza, tiene peculiaridades que necesitan especial atención.
En la maternidad y la crianza, una de nuestras funciones principales es cuidar, proteger y ofrecer seguridad a nuestras criaturas a partir de la base del vínculo afectivo.
Sin embargo, cuando sentimos rabia y no tenemos recursos no violentos de expresión de la misma, se genera un conflicto de relación evidente, pues reaccionamos atacando a quien se supone que deberíamos proteger y, además, obviamos nuestra propia protección cayendo en dicho vacío.