Foto: Charo Guijarro
La ira es una emoción natural. Todos los seres humanos sentimos ira. Esto es normal e inevitable.
La emoción de ira se manifiesta de diferentes maneras: enfado, furia, mal humor, irritabilidad… y produce distintas reacciones.
Cuando reaccionamos de manera explosiva a la ira, solemos actuar de manera agresiva: gritos, amenazas, portazos, movimientos violentos…
Desde diversas corrientes psicológicas y en la creencia popular, se ha considerado que la expresión libre de la ira era beneficiosa en muchos sentidos. En primer lugar, se ha transmitido que dar rienda suelta a la ira tenía beneficios para la salud.
En segundo lugar, se ha transmitido la creencia de que liberar explosivamente la ira es positivo porque impide la acumulación de malestar y evita explosiones mayores.
Así, muchas personas creen que sus explosiones de ira previenen explosiones mayores en el futuro, porque liberan el malestar y “recuperan” un estado tranquilo que les permitirá tener menos ira después.
Estas creencias se han asimilado fácilmente porque tras una explosión de ira (por ejemplo, gritar a alguien que nos ha ofendido, bronquear a quien nos molesta) sentimos alivio y esto, a corto plazo, nos produce bienestar.
Sin embargo, esta sensación de alivio inmediato y la sensación transitoria de bienestar, precisamente, suponen que las explosiones libres de ira incrementan las probabilidades de volver a explotar violentamente.
La explosión de ira, debido a la sensación de alivio inmediato que tiene asociada, refuerza y fortalece las reacciones explosivas de ira.
Así pues, permitirnos explosiones de ira tiene el peligro de que esta manera de reaccionar se refuerce, se repita y, a base de repetirse, acabe instalándose en nuestro repertorio comportamental.
No obstante, la ira es una emoción que surge ante la percepción de un peligro (real o interpretado) y su reacción natural es la autodefensa, para lo cual, muchas veces, se utiliza el ataque. Por ello, el ataque al estímulo que percibimos como peligroso sería una reacción natural.
Sin embargo, la mayor parte de las experiencias que nos generan ira en la interacción con otras personas no se resuelven con el ataque agresivo a la otra persona, más aún cuando se trata de nuestros hijos u otros familiares. De ahí, la importancia de aprender a gestionar positivamente esta emoción para poder enfrentarnos a las adversidades de manera no-violenta.
Es fundamental tomar conciencia del peligro de las explosiones de ira como potenciadoras de futuras explosiones en el futuro, como primer paso para adquirir la capacidad de gestionar positivamente la ira.
Mónica Serrano Muñoz
Psicóloga especializada en Maternidad y Crianza Respetuosa
Col. Núm. M26931
Consulta presencial (en Madrid) y online.
Petición de cita en: psicologa@bambulah.es o en los números 914 939 144 ó 636 864 379.
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