La explicación sobre por qué una persona se comporta de una manera violenta y otra no, es multifactorial. Es decir, las posibles causas que desembocan en actitudes personales violentas son diversas.
En el análisis realizado para el Informe Mundial sobre la Violencia y la salud se ha utilizado un modelo que contempla varios factores: biológicos, sociales, culturales, económicos y políticos que influyen en la violencia. Este modelo comprende cuatro niveles: el individual, el relacional, el comunitario y el social.
Como puede observarse, además del individual, que vendría a contener los factores biológicos y de historia personal, los otros tres niveles tienen que ver con las relaciones sociales que la persona establece, los contextos comunitarios en los que se desarrollan dichas relaciones y con factores estructurales de la sociedad.
Con esto, en el continuum individuo-familia-relaciones cercanas-contextos comunitarios-sociedad, es donde se cultiva el nacimiento y desarrollo de comportamiento violentos.
Así mismo, es en este continuum donde nacen y se desarrollan las actitudes No-Violentas.
Teniendo en cuenta la importancia de las relaciones familiares y sociales, los contextos en que éstas se producen y la estructura general de la sociedad en que se vive, es obvio que la influencia de todo el ámbito social en el desarrollo de la violencia y la no-violencia es elevado.
Si asumimos, además, que vivimos en sociedades con una intensa violencia estructural, que deriva en contextos violentos en los que se desarrollarán las relaciones personales, es deducible que las probabilidades de que se establezcan relaciones violentas entre los individuos son, también, elevadas.
La violencia estructural social empapa a los contextos comunitarios y, todo ello, influye en las relaciones.
Visto así, la prevención de la violencia se ve dificultada desde lo estructural de la sociedad y los contextos comunitarios también afectados por esa violencia.
Por tanto, puesto que a nivel social y comunitario los niveles de violencia son elevados, no se puede delegar la prevención en estos niveles.
Así, queda el nivel relacional más íntimo (familia, relaciones personales cercanas) como contenedor de la potestad y responsabilidad de la prevención de la violencia y la educación en la no violencia.
Promover relaciones no violentas y evitar relaciones violentas sería la base, en lo relacional, de la educación en la no violencia y la prevención.
Siendo personas inmersas en una sociedad violenta, el trabajo personal para el desarrollo de relaciones no violentas con uno mismo y con los demás es necesario.
La selección (siempre que sea posible) de contextos comunitarios no violentos, o en los que la violencia sea mínima, es una medida fundamental, también, en materia de prevención de violencia.
Aun así, no siempre va a ser posible encontrar contextos comunitarios no violentos. La exposición a algún tipo de violencia está asegurada para todas las personas en algún momento de sus vidas.
Por ello, transmitir a los niños actitudes asertivas y autoprotectoras es esencial en su desarrollo desde que son pequeños. En esta cuestión, la función de madres y padres es crucial.
ACTÚA. NO SON COSAS DE NIÑOS
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Mónica Serrano Muñoz
Psicóloga especializada en Maternidad y Crianza Respetuosa. Crecimiento personal. Acompañamiento en momentos de cambio y crisis.
Asesoramiento. Terapia.
Directora de la Formación de expertas Maternidad Feliz-Crianza Respetada
Col. Núm. M26931
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