Cuando vemos documentales de naturaleza y muestran a una leona al acecho de una cebra, casi todas le decimos mentalmente a la cebra: “corre, huye, vete de ahí”, con la esperanza de que esos “ánimos” favorezcan de aluna manera en la supervivencia de la cebra que está en la pantalla.
A nadie se le ocurriría pensar que es deber de una cebra enfrentarse a una leona. De manera natural entendemos que la huida, en este caso, es la mejor estrategia para resolver la situación (desde el punto de vista de la cebra).
Sin embargo, cuando se trata de personas, el valor de la huida como recurso de resolución de problemas no lo vemos tan claro.
El valor que le damos a la valentía nos dificulta comprender el valor de la huida en seres humanos.
Nos resulta muy complicado entender que ante determinadas situaciones, la huida es la mejor opción posible.
Hemos interiorizado que “huir es de cobardes”, que “hay que plantarle cara a los problemas” y desde aquí, hemos invalidado la huida. De alguna manera, socialmente se le ha dado valor a encarar los problemas, a participar activamente en los conflictos para tratar de resolverlos, en no huir jamás.
No obstante, en situaciones en las que una persona se comporta de manera violenta con otra, la huida es una estrategia de afrontamiento muy válida.
Cuando se produce violencia en una relación, la distancia del foco de violencia es el mecanismo protector y no-violento más eficaz que podemos encontrar.
Sin embargo, desde muy pequeños a los niños se les va desconectando del mecanismo natural de la huida a través de la invalidación. Se les ofrecen modelos de gestión de agresiones encaminados al enfrentamiento, a tratar de conseguir que el otro cambie, pero no se les transmite que evitar a personas agresivas o violentas es una opción.
Muchas veces, esto sucede porque el adulto que acompaña se basa en la creencia de que hay de “enseñar” al niño a enfrentarse a sus problemas, sin valorar la posibilidad de incluir la huida como una manera de afrontar una situación.
Cuando se produce una agresión entre iguales, mostrar la posibilidad de alejarse del agresor, de no exponerse a sus agresiones, es un recurso de manejo social eficaz, asertivo, autoprotector y sano que contribuye a romper el círculo de la violencia.
Es muy importante tener en cuenta que no todas las relaciones personales han de mantenerse, que la violencia no puede gestionarse y que, en estos casos, la huida o poner distancia es una opción excelente. Esto es más importante si cabe cuando tratamos con niños, pues les estamos ofreciendo una estrategia protectora que será útil en muchos momentos de la vida.
ACTÚA. NO SON COSAS DE NIÑOS
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Mónica Serrano Muñoz
Psicóloga especializada en Maternidad y Crianza Respetuosa. Crecimiento personal. Acompañamiento en momentos de cambio y crisis.
Asesoramiento. Terapia.
Directora de la Formación de expertas Maternidad Feliz-Crianza Respetada
Col. Núm. M26931
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