La conexión con nuestra adulta interior,
como recurso de Bienestar.
En el estudio de la personalidad y en el trabajo terapéutico, trabajando con temas de personalidad, se han conceptualizado de distintas maneras la construcción de la personalidad y las dinámicas internas que tienen que ver con la misma.
En muchas de estas teorías se habla de partes de la personalidad, de diferentes subpersonalidades o componentes distinguibles entre sí que forman parte de un todo.
Es una manera de explicar, de conceptualizar y entender que la personalidad recoge un espectro muy amplio de variables, de subconstrucciones, de partes, que están coexistiendo y forman un todo cohesionado, pero a la hora de trabajar o estudiar la personalidad, podemos observar cada una de sus partes y algunas se ven muy claras.
Hay diferentes teorías y maneras de conceptualizar la personalidad: en partes, en sistemas de familia interna, en distintas corrientes, pero más o menos todas identifican estas subpersonalidades, algunas más y otras menos y es un trabajo interesantísimo.
Tomando ideas y conocimientos de algunas de estas corrientes que trabajan en partes y subpersonalidades dinámicas que se relacionan entre sí, tenemos la figura de la niña interior y también tenemos la adulta interior, la jueza interna…
En este texto vamos a centrarnos en conocer a la adulta interior.
De la niña interior ya se ha hablado y habla mucho de ella.
Se le ha dado mucha importancia a la reconexión y al peso que tiene la niña interior, porque es cierto que hace décadas la niña interior fue completamente negada y silenciada en la sociedad, la cultura occidental y hubo una desconexión muy, muy fuerte, con nuestras emociones, con nuestras heridas de la infancia, con nuestros traumas, con toda esa parte.
Después se pasó al polo opuesto, que era una importancia y conexión intensa con la niña y el foco en la niña interior que era necesario, después de esa época en la que parecía que se negó completamente a esta niña herida, a esta niña con sus necesidades infantiles no satisfechas, con sus miedos, con su necesidad de ser vista, cuidada, atendida, aceptada.
Y antes que todo esto, de esta época de la niña, tuvimos la época de conexión con la jueza estricta, implacable, autoritaria, ese autoritarismo interior que aun arrastramos.
Necesitamos empezar a hablar de la adulta interior, de nuestra parte más aceptante, más presente y más equilibrada.
Normalmente oscilamos de la niña a la jueza, de un extremo a otro y nos relacionamos entre la niña con esa jueza, dura, autoritaria e implacable y esa niña herida y asustada que necesita que la quieran.
Con la adulta, sin embargo, conectamos muy poco.
Y es en la adulta donde se encuentran muchísimas respuestas.
Esta parte adulta es la observadora de sí misma, la que observa sin juzgar, aceptando. La que asiente, la que afirma, la que ve lo que hay, la que fluye en la realidad.
Hablamos muchas veces del foco en el vacío o del foco en la abundancia, en lo que hay y la adulta fluye en lo que hay, está, en lo que sí que existe.
Es la que está presente, está en el presente y es en la ella donde está nuestro poder.
La adulta reconoce nuestras capacidades y recursos, nuestra construcción personal más sólida del momento presente de ahora, de ahora mismo.
No está en el pasado, ni le es fiel al pasado, ni a esas emociones antiguas de la niña.
Muchas veces reaccionamos con esos miedos, con esa rabia antigua, con esa inseguridad, con esa angustia de la niña, del pasado.
La adulta está en el presente.
La adulta es la parte que actúa, no es la reactiva, no reacciona, es la que actúa desde este presente acogiendo y aceptando las emociones que se manifiestan y producen.
No se agarra con esas emociones pasadas al sentimiento, al sufrimiento, al dolor.
La adulta es la parte más segura de sí misma, que tiene capacidad de adaptación, se sostiene a sí misma.
Es esa parte en la que nos podemos sostener a nosotras mismas, en la que no necesitamos el sostén del padre, de la madre o del grupo, sino que me sostengo yo a mí, como adulta que soy.
Además es una parte compasiva, vulnerable y resiliente a la vez.
Reconoce todos los recursos que tiene a su alcance, reconoce su propia vulnerabilidad, infalibilidad y además se siente resiliente, capaz de superar dificultades y lo que vaya surgiendo.
Entonces, conectar con la adulta aceptante, libre de juicios, que no reacciona y sí responde, que se reconoce en el presente y fluye, que siente, que permite las emociones sin negarlas, sin luchas contra ellas y sin quedarse en ellas, que está en el presente.
Desde la adulta vamos a poder, primero, avanzar y desarrollarnos, crecer, sostenernos y, además, vamos a poder vivir con más calma, seguridad, tranquilidad, más poder personal, con más aceptación y más salud emocional.
Nos ayuda en la autoestima, en la ansiedad, en la toma de decisiones, en el emprendimiento de nuevos proyectos, en las relaciones con otras personas, en la crianza…
El trabajo de conexión con la adulta interior es fundamental .
Mónica Serrano
Psicóloga Humanista
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