Hola Mónica;
Sigo tu blog, con asiduidad, ya que me parece muy interesante.
Me gustaría plantearte, una consulta:
Tengo un niño de trece meses. Es un niño muy simpático y risueño. Vivimos en un pueblo pequeño, me ha sorprendido , que muchos conocidos cuando paseamos, se acercan a el niño, y como por hacer un cumplido entiendo, le dicen “¿este niño tiene cosquillas?”, y empiezan a hacerle, por la barriga, por debajo de los brazos, el niño se ríe, porque tiene muchas cosquillas, pero a la vez se encoge, aprieta sus brazos contra el cuerpo, de hecho, cuando lo estoy bañando, por ejemplo, no quiere que le levante el brazo, para lavarlo.
A mi no me gusta, que le hagan cosquillas, me indigno, y no les digo nada, lo mas que hago es apartarlo. Creo q el niño no esta a gusto., que es incomodo para el.
No se si estoy equivocada, y tampoco se que actitud tomar.
Parece que todo esta permitido con los niños, y no estoy de acuerdo con esto.
Muchas gracias.
Saludos.
Estimada amiga. La situación que describes en tu consulta refleja una manera de actuar muy generalizada hacia los niños por parte de muchos adultos.
Es muy frecuente que hacia los niños se ofrezca una interacción marcada por el exceso de confianza y el control por parte del adulto, sin tener en consideración los deseos, preferencias o estados emocionales de los niños.
En muchas ocasiones, los adultos ejercen un trato poco empático con los niños. Actúan motivados por sus deseos y emociones sin contemplar las del niño.
La ternura que despiertan los niños en los adultos provocan que éstos deseen establecer contacto con los niños, jugar con ellos, hacerlos reír, etc.
Sin embargo, muchas veces no se es consciente de que los niños son personas, con emociones propias y carácter propio.
Como expresas en tu consulta, esto hace que muchas veces parezca que con los niños vale todo. Realmente, nos encontramos en una sociedad adultocentrista, en la que se respetan y consideran las necesidades, gustos y emociones de los adultos en un grado mucho mayor que las de los niños.
Por ello, en muchas ocasiones los adultos ejercen un trato poco respetuoso o con un exceso de confianza hacia los niños y parece que debemos aceptar que sea así, pues está socialmente aceptado en muchos sectores de la población que la forma de actuar o de sentir del adulto siempre va a ser más acertada que la de un niño. Esto, por su puesto, es un error brutal.
No obstante, en ocasiones nos sentimos obligados a aceptar o soportar estas situaciones por no ofender al adulto que las protagoniza.
Sin embargo, cuando permitimos estas situaciones para no ofender al adulto, estamos transmitiendo al niño que permitir y soportar interacciones que nos hacen sentir incómodos o nos desagradan es adecuado, aceptable.
Cuando un niño recibe este tipo de información, está interiorizando un aprendizaje social y emocional muy negativo: el desarrollo de la capacidad de soportar y aceptar comportamientos desagradables hacia uno mismo por parte de los otros.
En el caso concreto de las cosquillas, no existe mala intención por parte del adulto que lo emite. Por ello, es una situación propicia y segura para que el niño aprenda a gestionar este tipo de situaciones en general.
Esto le dotará de habilidades que le protegerán en el futuro de interacciones sociales potencialmente peligrosas o abusivas, pues le capacitará para reaccionar con asertividad ante las mismas o le permitirá sentirse seguro para pedir ayuda si lo considera necesario.
Por ello, te recomiendo que si tú consideras que tu hijo no se siente cómodo cuando los adultos desconocidos le hacen cosquillas, intervengas para impedir o interrumpir esa interacción.
Es importante que lo hagas de una manera positiva y asertiva. Puesto que tu interlocutor está actuando movido por una buena intención, tú debes reaccionar acorde con esa emoción positiva.
Así, puedes pedirle con amabilidad que deje de hacerle cosquillas al niño, ofreciendo después una breve explicación centrada en las necesidades del niño, no en el mal hacer del adulto.
Por ejemplo, puedes decir: “Disculpe, no debe hacerle cosquillas a mi hijo, que se pone nervioso/ se queda intranquilo/ se tensa mucho/ le da hipo…”.
De este modo, proteges a tu hijo de la situación desagradable, le enseñas con tus actos a gestionar este tipo de situaciones de manera asertiva y no ofendes al adulto que actúa movido por una buena intención.
La reacción contraria, obligar al niño a soportar las cosquillas, o a dar besos, o a cantar una canción si no quiere, o a decir como se llama a un desconocido, etc., es muy frecuente. Sin embargo, tiene efectos muy negativos sobre el desarrollo social y afectivo del niño.
Esto es así porque de esta manera se está transmitiendo al niño que debe tolerar interacciones físicas o emocionales desagradables que, en algunos casos, podrían llegar a ser abusivas y dañinas.
Con esto, espero haber dado respuesta a tu consulta y haber despejado todas tus dudas.
Muchas gracias por la confianza que depositas en mí.
Un abrazo fuerte,
Mónica Serrano
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