Bases neurofisiológicas de la sintonización emocional
Las emociones son respuestas automáticas psicofisiológicas de nuestro organismo ante una situación específica. Los sentimientos, sin embargo, son la percepción o toma de conciencia de la emoción. Así, el sentimiento se produce por la retroalimentación sensorial que recibimos de la actividad de nuestro cuerpo.
Por ejemplo, el sentimiento de miedo se produciría como consecuencia de que estamos temblando, de que estaos tensos, y no antes. Esto se traduciría en que no temblamos porque sentimos miedo si no que sentimos miedo porque temblamos.
Del mismo modo, la tensión muscular, la rigidez facial o el movimiento brusco serían previos a la ira y las sonrisas precederían a la alegría.
Por tanto, primero acontece la emoción, de manera inconsciente y, después, el sentimiento a nivel consciente. En diversos estudios científicoscomo los de James – Lange, Hohman o Antonio Damasio apoyan esta teoría.
Por otra parte, los seres humanos tenemos estructuras neuroanatómicas que nos ayuda a sintonizar afectivamente con las otras personas. Se trata de las neuronas espejo, que son un tipo de neuronas que se activan cuando observamos a otra persona ejecutar una acción. Estas neuronas nos mueven a imitar la acción del otro.
Su función es esencial para el aprendizaje social y el desarrollo de la empatía.
El conocimiento de la existencia de estas neuronas hace patente el impactoque tiene sobre nosotros el contacto social.
Si estamos con una persona alegre, nuestras neuronas espejo nos pondrán en acción a imitar sus gestos, tono, etc., Lo mismo sucede con una persona triste o enfadada. De manera automática y sin darnos cuenta, imitaremos sus gestos y posturas.
La imitación de unos gestos u otros (acción fisiológica) activarán en nosotros la sensación asociada a dichos gestos. De ahí, la sintonización afectiva o “contagio emocional” que sentimos durante el contacto con otras personas.
El efecto de la sintonización emocional en la crianza
Seguro que muchas veces te das cuenta de cómo captas el estado emocional de tus hijos y sintonizas con ellos. Conectas con su malestar o con su bienestar y llegas a sentirlo como propio.
Sin embargo, esto también sucede en la dirección inversa. Nuestros hijos captan perfectamente nuestros estados emocionales y sintonizan con ellos. De hecho, muchas veces nos captan mejor ellos a nosotros que nosotros a ellos.
La activación de las neuronas espejo y la sintonización afectiva tiene un enorme poder en las relaciones humanas, y más aún en las relaciones entre padres e hijos.
Así, nuestras emociones producen un reflejo emocional en nuestros hijos y viceversa. Nos “contagiamos” emociones mutuamente, de manera más o menos intensa.
Una vez que hemos tomado conciencia de esto, seguro que empezamos a poder dar respuesta a muchas preguntas como:
¿Por qué me enfada tanto que mi hijo se enfade?
¿Por qué los días que estoy más nerviosa, mi hijo parece estar súper alterado?
¿Por qué hay días en que todo parece ser muy fácil entre nosotros y otros no tanto?
Pues bien, la respuesta está en las neuronas espejo y la sintonización afectiva.
El poder de las sonrisas
Sabemos que nuestros hijos conectan con nuestras emociones y reciben un impacto emocional de las mismas.
Nuestras emociones asociadas al displacer, posiblemente les provocarán malestar y nuestras emociones placenterasincrementarán, a su vez, su sensación de bienestar.
En cualquier caso, una vez que sintonizamos emocionalmente, es fácil que se produzca una espiral hacia el malestar o hacia el bienestar que se sustenta en el contagio mutuo.
Cuando la espiral es hacia el bienestar (del tipo “risa contagiosa”, por ejemplo), ésta es muy positiva en la relación, pues la sensación placentera va intensificándose y manteniéndose.
Pero cuando entramos en una espiral hacia el malestar, la sensación de displacer va creciendo y las reacciones de hostilidad o indefensióntambién. Por ello es importante tomar el propio control para romper con esta espiral.
Cuando se trata de padres e hijos, es el adulto quien tiene la responsabilidad de poner fin a esta espiral. Cuanto antes, más sencillo será.
Con esto, si cuando nuestro hijo tiene una reacción emocional displacentera (como la ira, por ejemplo), nosotros nos contagiamos y respondemos con ira, el enfado de ambos se intensificará cada vez más.
Sin embargo, si ante una reacción de ira del niño, nosotros respondemos con serenidad, afecto y gestos asociados a emociones más placenteras (como la sonrisa), estaremos fomentando una gestión de la emoción del niño desde un reflejo de serenidad y bienestar, en vez de una intensificación del malestar.
“Las sonrisas desarman”
Así, cuando respondemos a un enfado, a la tristeza o a los celos con afecto, serenidad y una sonrisa cálida y empática, estaremos activando sensaciones de bienestar en el niño que le servirán de consuelo desde la aceptación y el acompañamiento.
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