El niño extralimitado está viendo mermada su capacidad de decidir, de expresarse y de ser relativamente independiente.
Límites y desarrollo personal
Para comprender que los límites han de establecerse de una forma meditada y medida y que, en exceso, no son beneficiosos, es importante conocer las características del desarrollo evolutivo de los niños.
Alrededor de los dos años de edad, los niños comienzan a tomar conciencia de la individualidad de su ser, de que son personas independientes de su figuira de apego. Hasta entonces, el niño se percibía como un ser inseparable e indivisible de su cuidador principal (generalmente, su madre).
Por lo tanto, hacia los dos años, los niños comienzan a ser conscientes de sí mismos como ente separado. Se inicia, entonces, el desarrollo de la propia identidad.
Para ello, los niños poseen estrategias muy básicas, poco sofisticadas. Una de ellas es la negación del otro. Oponerse a lo que el otro establece es una manera de autoafirmar su individualidad. Otra es la posibilidad de decidir hacer las cosas por sí mismos, no dirigidos por sus padres.
Así, el niño necesita este mecanismo de autoafirmación mediante la oposición para ir desarrollando su personalidad, su autonomía y su identidad personal. Por ello, tenderá a retar a sus padres, a incumplir las normas y no respetar límites.
Si para los padres es esencial que su hijo de dos años aprenda a respetar normas y límites y. para ello, tratan de regular la conducta del niño estableciendo muchas normas y límites y obligándole a cumplirlas, estarán entrando en conflicto con las necesidades de desarrollo de su hijo. El niño necesita autoafirmarse y los padres no se lo permiten.
De esta manera, el niño al que se le está extralimitando reaccionará a esta situación para tratar de satisfacer su necesidad de autoafirmación. Las fuertes rabietas son una forma de ello.
Pero el riesgo de limitar en exceso a los niños sigue presente pese a las reacciones de éstos.
Los niños educados con un exceso de límites tienen mayor probabilidad de ser adultos indecisos, poco asertivos, sumisos, poco creativos y frustrados.
Por otra parte, la expectativa de que los niños pequeños respeten normas y límites en exceso de manera natural es poco realista. Esto genera tremendos conflictos entre padres e hijos que causan mucho malestar en la crianza.
Los niños pequeños no están preparados para interiorizar dichas normas, esto es un proceso gradual que se va desarrollando con la edad y la experiencia.
¿Dónde está el límite?
Es evidente que, en la crianza de los hijos, las normas y los límites son necesarios. Lógicamente, hay situaciones que requieren regularse mediante normas y límites y dichas normas y límites enseñan y contrubuyen al desarrollo de los niños.
Sin embargo, como he explicado antes, las normas y los límites han de establecerse de una manera reflexionada y nunca en exceso, pues los niños necesitan desarrollar su personalidad, su creatividad, su autoestima, la confianza en sí mismos… y para ello requieren experimentar, poder equivocarse y vivenciar distintas situaciones.
Para muchos padres, encontrar el término medio del establecimiento de límites es complicado. Algunos tienden a limitar en exceso y otros a no limitar prácticamente nada.
La clave está en reflexionar sobre qué límites son estrictamente necesarios. Estos suelen estar relacionados con la salud y seguridad del niño y con el respeto a los demás.
Por ejemplo, jugar con objetos afilados, comer dulces en exceso o empujar a otros niños son acciones que no pueden permitirse. Así, para regular dichas acciones debe establecerse un límite claro.
Sin embargo, existe otro tipo de situaciones en las que se debe ser más flexible. Por ejemplo, recoger los juguetes o comer sin ensuciar son hábitos que se transmiten poco a poco, progresivamente y acorde a la edad del niño. Por tanto, establecer una norma inflexible relacionada con ello, tal vez no tiene demasiado sentido.
Así pues, el niño al que se le establecen sólo los límites necesarios, se le está permitiendo desarrollar su autonomía personal de una manera armoniosa, sin entrar en conflicto permanente con sus figuras de referencia (sus padres).
De esta forma, el niño puede desarrollar su capacidad de decisión, su autoconcepto y autoestima, su asertividad y la confianza en sí mismo, pues se le está permitiendo ejercitar y experimentar habilidades que, cuando se extralimita, quedan censuradas.