Generalmente, tenemos una tendencia a escuchar de manera evaluativa. Escuchamos para evaluar lo que se nos está transmitiendo, para emitir una opinión, un juicio, una pregunta sobre el tema…
Se trata de una escucha centrada en uno mismo, más que en el que transmite. Es una escucha al servicio del receptor, el paso que posibilita al receptor tomar acción y protagonismo para responder, para expresar lo suyo, para apropiarse del mensaje y llevar la comunicación a su terreno: a su opinión, a su juicio, a sus cuestiones…
Por lo tanto, el emisor se expresa y el receptor se apropia de lo que el emisor ha expresado, haciéndolo suyo. Después, los papeles se invierten y vuelve a suceder los mismos.
La comunicación acaba convirtiéndose en un proceso en el que dos personas transmiten pero ninguna recibe la vivencia del otro.
Sin embargo, la comunicación auténtica es la comunicación centrada en la persona real, en su vivencia, en sus sentimientos.
Cuando se produce una comunicación auténtica, el emisor transmite y el receptor trata de decodificar el mensaje de la manera más acorde a la realidad del otro.
La escucha deja de ser evaluativa y pasa a ser comprensiva, a tener como objetivo el comprender la vivencia del otro. Es una escucha al servicio del acompañamiento a la vivencia del otro.
Se trata de escuchar para comprender la vivencia emocional del otro, de acompañar su proceso emocional, al margen del contenido. Se interesa por lo que el otro siente, percibe, interpreta, más que por los hechos que está describiendo.
Este tipo de escucha (activa o comprensiva) conserva la responsabilidad, el protagonismo, el respeto de la comunicación en el que está transmitiendo. Es una escucha que no se apropia de la vivencia del otro, la acompaña con respeto.
Cuando una persona es acompañada con una escucha comprensiva o activa, no evaluativa, se siente respetada, aceptada, libre y contenida. Sin temor a desbordarse pero dueña de su propio proceso comunicativo y emocional. Se siente anclada en su proceso, de una manera libre, confiada. Se saben comprendidos.
Esto genera una sensación de placidez, de seguridad, de sostén, de respeto… que incide muy positivamente en la sensación de seguridad en uno mismo y en la sensación de propia capacidad.
Escuchar sin juzgar, sin cuestionar, sin opinar, centrándonos sólo en comprender la vivencia emocional del otro es un proceso reconfortante y empoderante tanto para el que es escuchado como para el que escucha.
Mónica Serrano Muñoz
Psicóloga especializada en Mujer, Maternidad y Crianza Respetuosa, Desarrollo Personal
Col. Núm. M26931
Consulta, terapia, grupos de apoyo, asesoramiento
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