Un niño enfadado es un niño feliz. Es un niño normal, sano. La ira no es el problema. El problema, la mayoría de las veces, es la gestión de esa ira, y, generalmente, no por parte del niño, si no por parte del adulto.
La ira, el enfado, es una de las emociones básicas del ser humano que el bebé desarrolla ante estímulos adversos y que aprende a identificar y gestionar.
Hay que vivir y sentir el enfado. Hay que dejarlo explotar y extinguirse. Los niños no tienen filtro, pero para eso estamos los adultos, ya seamos figuras de referencia o meros acompañantes puntuales en unas crisis que también ayudarán a forjar la personalidad de esas personitas.
No hay reglas de oro. En ningún caso y menos en éste, pero sí puede ayudar tener un par de cosas claras por parte de nosotros, los adultos.
1. El niño –los adultos también- no se enfada con alguien. Se enfada por algo.
No personalizar ese ataque de furia ayuda a gestionarlo mejor. No sentirnos víctimas ni culpables, ni mucho menos diana de esa ira desbordada y desbordante. Ese algo se puede negociar –“hoy quiero ponerme el vestido rosa”- o no –“quiero meter el tenedor en el enchufe”-, pero seguro que puede gestionarse desde la calma.
2. El niño no tiene filtros, no posee aún una conciencia analítica.
Puede decirse que habla desde el subconsciente. Y, muchos adultos, cuando se encuentran en esa tesitura, se sumergen en el subconsciente también, y se enfrentan a esa situación de igual a igual, con sus miedos a flor de piel y con la mente en modo estímulo-respuesta. Un duelo mortal de apetencias y normas impuestas desde la verticalidad, y, las más de las veces, la represión /o el miedo.
1 comentario en «¿Cómo acompañar la ira de nuestros hijos? (Por Diego Ávila)»
Muchas gracias Diego (y Mónica, por darle este espacio!), me ha encantado, y me quedo sobre todo con el punto 1, intentaré no olvidarlo en plena tormenta 😉
Gracias a los dos por acompañar tan bien a las madres y padres atribuladas