¿Cómo afecta nuestra autoestima a las relaciones con otras personas?
La autoestima condicionada al éxito y al fracaso y a la productividad, concebida así, afecta profundamente a nuestras relaciones con otras personas.
Hemos aprendido que la autoestima es la valoración que yo hago de mí misma en función del éxito, del fracaso, del logro, del nivel de producción, en una base de parámetros sociales capitalistas occidentales.
Nos evaluamos en función del canon de belleza occidental, de los parámetros capitalistas de éxito social, económico y social. De los parámetros capitalistas de maternidad y en función de la coincidencia y de conseguir esos logros, nos marcan nuestros criterios de calidad nos valoramos más o menos.
Está todo muy enfocado al logro de objetivos, a la producción, a los niveles de producción de bienes, servicios y consumo, dentro de la cadena de producción y consumo.
En función de eso nos valoramos o nos despreciamos.
Esto traspasa a las relaciones interpersonales, con otras personas. amistades, pareja, familia, trabajo…
Esta visión de la autoestima, de la propia estima como el resultado de una evaluación, en función del éxito-fracaso de la productividad, traspasa a las relaciones interpersonales.
Nos vamos a relacionar con otras personas basándonos muchas veces en el aporte, en lo productivo a esa relación y en el aporte productivo de esa relación.
Nos instrumentalizamos en las relaciones.
“Para ser válida en una relación, para que me acepten, para que no me abandonen, para evitar el rechazo he de ser útil, he de servir para algo a la otra persona”.
Si no, no entendemos, no hemos logrado conectar con la valoración intrínseca de la persona simplemente por ser persona.
Para que una relación de amistad, de pareja, de trabajo, de familia, tenga sentido y vaya a continuar, tengo que aportar, tengo que convertirme en un individuo que aporta algo interesante al otro, en función de estos criterios capitalistas occidentales de producción, eficiencia, eficacia, ayudarlo a conseguir sus objetivos.
No me relaciono con la seguridad y la tranquilidad de saber que mis relaciones se construyen en base a mi valor como persona y al valor de otras personas, sino que se construyen en base a lo que yo aporto con estos criterios de alta productividad y logro de la sociedad occidental, y por lo tanto empiezo a relacionarme desde una posición de ponerme al servicio del otro, de aportar al otro, de convertirme en útil para la otra persona.
Me instrumentalizo y se instrumentaliza la relación.
A partir de aquí se pueden producir relaciones muy abusivas.
Cuando una de las dos personas se pone al servicio de la otra por ese miedo al abandono, al rechazo y por esa única manera de darse valor a través de ser útil según estos criterios (utilidad productiva y eficiencia occidental), se empiezan a generar dinámicas de oferta y demanda, dentro de la relación.
Uno ocupa más el papel del ofertante y el otro del demandante.
Y se suelen construir relaciones muy desiguales, y muchas veces muy abusivas en ambas direcciones: el que demanda y solo se relaciona para beneficiarse de esa relación y el que ofrece, sólo para garantizar la continuidad de la relación.
Los papeles a veces se van cambiando pero volvemos a la oferta y la demanda y vemos cómo las leyes económicas tan agresivas nos influyen en todo.
La ley de la oferta y demanda, agresiva, que instrumentaliza a las personas, se traslada a la esfera individual y personal y marca dinámicas violentas en una relación.
Esto tiene que ver con la autoestima, porque la autoestima condicional nos lleva a vernos como instrumentos, a instrumentalizarnos y a presionarnos y castigarnos.
La autoestima incondicional, que es mi propuesta, rompe con todo esto.
Me empiezo a valorar por el mero hecho de ser persona. A valorar, a tratarme bien y a quererme.
Toda esta instrumentalización de las relaciones mejora mucho y se empieza a salir de esas relaciones abusivas con la autoestima incondicional.
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Mónica Serrano
Psicóloga Humanista