La infantilización de las mujeres es algo que se produce de una manera muy clara en las sociedades patriarcales o, al menos, en la occidental.
Esto nos lleva a querer dejar a las mujeres y a los colectivos de mujeres en una situación perpetua de infancia, de niñas eternas.
Esto se ve muy claramente, por ejemplo, en la oferta de ropa de moda. Se nos ofrece ropa muy juvenil en todas las franjas de edad, desde niñas muy pequeñas a señoras maduras, que tienen una oferta única de ropa propia de una chica de 20 años.
Con las tallas pasa lo mismo: El no permitir tallas anchas en mujeres.
Todo eso se intenta negar, se intenta borrar, de hecho se ve mal y entramos todas en una dinámica de negación de la propia madurez, desde lo físico.
Pero esta negación de la propia madurez, esta infantilización que tan claramente se ve desde lo físico con la ropa o el borrar los signos la edad, también se ve en lo psicológico, tiene un reflejo más profundo.
El querer mujeres eternamente activas y creativas, con energía para poder con todo, también es mucho más propio de una fase más juvenil, que cuando la mujer es más mayor. Y esto la sociedad lo va pidiendo, lo va transmitiendo, lo va exigiendo.
Volviendo a lo emocional, ¿qué pasa con el reflejo emocional de todo esto? Si físicamente se nos exige esa perpetua infancia, esa perpetua juventud temprana, entonces psicológica y mentalmente también.
No se reconocen socialmente otras fases de la vida, que no sean las fases productivas, las fases productivas a nivel de trabajo, de profesión, económica. Emocionalmente esto se refleja en que no se permite una madurez emocional a las mujeres y se las va llevando desde lo físico y lo mental, a una infancia perpetua emocional.
En las últimas décadas se ha trabajado muchísimo sobre el contacto con la niña interior. Dejar salir a la niña interior, observarla, escuchar a la niña interior…
Me llama la atención, porque nos pone muy en contacto con nuestra parte niña, nuestra parte dañada. La niña herida, asustada, la niña que tuvo situaciones no resueltas y nos deja un poco ahí.
Pero no hay un paso más allá, no se llega a conectar con la parte emocionalmente adulta. Entonces, al final, ésta infantilización de las mujeres se va produciendo en todas las esferas.
Empezamos por la física que es la más evidente. Después esa esfera mental a nivel de producción (la producción capitalista) y la emocional. Entonces quedamos infantilizadas de una forma global.
Así llegamos a la edad adulta con mucha desorientación, con mucha dificultad para tomar decisiones y mucha dificultad para poner límites. No sabemos poner límites. No sabemos decir que No.
Dependemos mucho emocionalmente de los demás, desde la necesidad constante de aprobación, de que nos estén demostrando todo el tiempo que pertenecemos, que somos importantes, muy conectadas con lo externo, con el criterio externo que hemos internalizado.
Quedamos en una posición muy vulnerable, en la niña, en el miedo, en la debilidad de la fragilidad, en la necesidad de apoyo, en el pedir permiso, en la validación de los otros y en eso vivimos una desorientación enorme.
Esa desorientación se traduce en no saber qué hacer, ni cómo gestionar las emociones. Es una desorientación sobre cómo gestionar muchas situaciones en la vida.
Para mí ambas partes son reales, la parte niña y la parte de adulta.
A la niña no la podemos borrar. La niña está ahí. La niña va a salir cuando hay necesidades emocionales no satisfechas. Pero creo que es importantísima la conexión con la adulta. Equilibrar esa conexión con la niña y esa conexión con la adulta también, para tener una experiencia más integral, más completa y más equilibrada de la vivencia emocional y de la vivencia global en general.
Es necesario aceptar que podemos mirarnos de una manera real en cuanto al físico y a cómo se va transformando nuestro físico con la edad, permitiendo esa transformación física como pareja a la transformación mental, cognitiva, psicológica y emocional. Pero empezamos bloqueando la transformación física y vamos bloqueando las demás esferas.
Mónica Serrano
Psicóloga Humanista