La extroversión es un condicionante social fortísimo para la autoestima.
Socialmente están sobrevalorados los comportamientos asociados a la extroversión e infravalorados los asociados a la introversión.
La capacidad de hablar con cualquier persona, ser enérgico en los eventos sociales y manejarse con soltura y disfrute cuando se es el centro de atención son características que la sociedad impone como criterio de persona adorable, de personan que merece ser amada y valorada.
Sin embargo, el preferir pasar desapercibida, rehusar hablar en público, manejarse mejor en relaciones íntimas y profundas, disfrutar con actividades en solitario o en pequeño grupo y agotarse pronto en reuniones sociales son características que la sociedad etiqueta de antisociales, desagradables, marginales y enfermizas.
Así, en una cultura en que se construye la autoestima en función del éxito, el éxito social es un condicionante. Y en la sociedad moderna, el éxito social se identifica con la extroversión, por lo tanto, la extroversión se convierte en un condicionante para la autoestima.
Esto es tremendamente perverso, pues el rasgo de personalidad introversión – extraversión es un rasgo innato, genético, no es algo que se aprenda o que se adquiera.
Así, darle valor a uno de los extremos del rango que definen el rasgo y desvalorizar al otro es enormemente dañino, pues se está intentando someter o erradicar un rasgo de personalidad natural, presente en aproximadamente la mitad de la población.
Muchas personas han sufrido a lo largo de toda su vida a causa del rechazo a su introversión, de la fuerte crítica social. Se han sentido defectuosos, inadaptados, raros… y han tratado de transformar un rasgo personal natural a base de auto someterse o violentarse.
Socialmente se ha obviado o negado el gran potencial de la introversión, las capacidades tan importantes que caracterizan a los introvertidos, como su creatividad, su capacidad de escucha, su calma, su habilidad para establecer relaciones íntimas, entre otras.
Así, en la cultura del éxito, ha sido difícil para los introvertidos construir autoestimas fuertes pues su introversión se ha considerado (equivocadamente) un fracaso.
Por una parte, trabajar la autoestima incondicional es esencial. Por otra, también es imprescindible devolver su valor a la introversión.
Creo que las profesionales que nos dedicamos a la psicología debemos contribuir a la reconexión de las personas introvertidas con su poder y al desarrollo de todas las personas de una autoestima incondicional.
Mónica Serrano Muñoz
Psicóloga
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