Muchos conflictos entre padres e hijos se deben a la interpretación que los padres elaboran de los actos de sus hijos. Esto se acrecienta más aun cuando los niños todavía no tienen el lenguaje expresivo bien desarrollado.
Así, estos errores de interpretación o de atribución de intenciones de la conducta infantil por parte de los padres se hace muy evidente en niños pequeños.
Los padres interpretan los actos de sus hijos, tratan de darle una explicación causal a lo que sus hijos hacen. De esta manera, los padres se preguntan ¿por qué hace esto mi hijo?, ¿qué le motiva a comportarse así?, ¿qué pretende con esta conducta?.
El adulto tiende a interpretar la conducta del niño pequeño orientada a un objetivo y, probablemente, es así, su comportamiento tiene un objetivo. Sin embargo, lo complicado es detectar de una manera realista cuál es dicho objetivo en cada situación.
Se trata de todo un trabajo de interpretación subjetiva por parte del adulto, pues el niño, que aún no habla bien, no puede explicar a sus padres por qué hace lo que hace.
Los adultos tendemos a hacer una interpretación adultocentrista de la realidad. Atribuimos valores, motivaciones e intenciones a los niños desde el punto de vista adulto. Esto hace que, muchas veces, la interpretación del adulto sobre los actos del niño sea equivocada.
Este fallo del adulto en la atribución de causas e intenciones del comportamiento del niño es una fuente constante de conflictos, pues la interpretación errónea conlleva una respuesta también equivocada.
“Mi hijo quiere retarme”
Muchas veces, los padres interpretan la conducta del niño pequeño como un acto orientado a retar al adulto, a tomarle la medida o, simplemente, a molestar.
Sin embargo, el niño no suele estar motivado a actuar en base a dichos objetivos. El niño pequeño no desea molestar a sus padres ni provocar reacciones negativas en ellos. El niño actúa motivado por su necesidad de exploración y experimentación, por su necesidad de contacto y afecto, por su curiosidad innata.
Cuando los padres comprenden esto y observan a su hijo con una mirada empática, las exigencias al niño y las consecuencias impuestas a su comportamiento variarán, se adecuarán a las necesidades del niño y los conflictos disminuirán.
Un caso concreto: “Todos los días vierte la comida de su plato”
Para explicar de una manera gráfica lo anteriormente expuesto se va a poner un ejemplo.
Se trata de una niña de 18 meses de edad. Alimentada con lactancia exclusiva hasta los 6 meses, se le comenzaron a introducir los alimentos complementarios de manera autorregulada. Es una niña que tiene interés por los alimentos, desea comer con autonomía y disfruta de las comidas.
Esta niña come sentada en su trona, al lado de sus padres (que comen al tiempo que ella), utilizando los cubiertos (tenedor y cuchara) adecuadamente. Sus padres le ponen su cuenco de comida en la trona y ella lo va comiendo de manera autónoma.
Sin embargo, cada día desde hace un mes, esta niña vuelca el contenido del cuenco sobre la bandeja de la trona después de haberse comido casi la mitad de la cantidad. Esto sucede a la hora de comer y a la hora de cenar.
Cada vez esto sucede, sus padres recogen la comida vertida y le explican a la niña que eso no está bien, que no debe tirar la comida.
Los padres atribuyen la conducta de su hija a que quiere retarlos, fastidiarlos o tomarlos el pelo. Por ello continúan realizando las mismas acciones a diario, tratando de que la niña deje de volcar el plato.
Sin embargo, si se observa de una manera empática, acorde con la edad y el nivel de desarrollo de la niña, se comprenderá que ésta está experimentando con los alimentos, con el trasvase de objetos o, simplemente, indicando que se está aburriendo.
Probablemente, la niña no está todavía preparada para gestionar ella sola el plato de comida. Es decir, aunque come autónomamente y con gusto, no es capaz de controlar el impulso explorar y verter la comida
.
De esta manera, sería razonable que sus padres le ayudasen a gestionar la comida de su plato, poniendo menos cantidad en él, por ejemplo, e irlo rellenando a medida que se lo vaya terminando. Así, no tirará la comida o, si la tira, tirará menos cantidad.
Así, permitirán a la niña madurar hasta ser capaz de gestionar su plato de comida, evitando conflictos innecesarios provocados por una interpretación errónea de sus actos.