Las profesionales que nos dedicamos al ámbito de la maternidad y la crianza nos encontramos muchas veces en situaciones en las que las personas que solicitan nuestros servicios esperan que les descubramos una receta mágica con la cual se solucionen sus problemas.
La expectativa de la persona que solicita el servicio, algunas veces, está centrada en que la profesional tendrá una serie de pautas o instrucciones que le darán la clave para resolver la situación que desea resolver o lograr sus objetivos.
Sin embargo, cuando se trata de procesos vitales de personas y relaciones entre personas, como en el caso de la maternidad y la crianza, no existen pautas generales ni directrices válidas para todos los casos, pues cada persona y cada relación entre personas son algo dinámico, único y cambiante.
Cada asesoramiento, cada acompañamiento es único y diferente a los demás, pues cada proceso personal es, asimismo, única y diferente.
Obviamente, podremos encontrar similitudes en vivencias de diferentes personas y habrá situaciones con elementos parecidos, pero todos los casos han de observarse y acompañarse de una manera individualizada, no es recomendable en ningún caso aplicar pautas generales.
Sin embargo, algunas personas, cuando solicitan ayuda de una asesora o terapeuta, inician con la expectativa de recibir unas pautas sencillas que resuelvan rápidamente el tema que les preocupa. Esta expectativa, que está bastante extendida, puede llegar a constituir una carga o una exigencia inalcanzable para la profesional.
Es importante que, como profesionales, tengamos claro que esta exigencia es irreal, que tratar de cumplirla es contraproducente para la relación de ayuda y que liberarnos del peso de esta expectativa es un acto de responsabilidad y empoderamiento en el proceso profesional.
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