Las asesoras de maternidad, terapeutas, psicólogas y cualquier profesional dedicada a orientar o acompañar a otras personas establecen relaciones de ayuda, asesoramiento o apoyo con las personas que demandan sus servicios.
Uno de los aspectos fundamentales a la hora de acompañar profesionalmente a mujeres madres en una relación de ayuda es la detección de la demanda.
En mi opinión, y por experiencia, considero la detección de la demanda uno de los momentos más delicados de en la relación profesional de ayuda. La detección de la demanda se basa en comprender qué necesita la otra persona, que quiere exactamente en la relación.
Cuando una mujer solicita nuestros servicios de asesoramiento, acompañamiento o terapia, el contacto inicial se suele centrar en establecimiento de un clima de confianza mutua a la par que vamos tratando de comprender el motivo de esta persona para tomar la decisión de pedir ayuda profesional, es decir, la demanda.
Habitualmente, la persona va a iniciar la toma de contacto explicando por qué ha decidido buscar la ayuda. En el ámbito maternal, por ejemplo, podemos encontrar situaciones en que nos expliquen que nos están consultando por un tema relacionado con explosiones de rabia, o despertares nocturnos, o control de esfínteres, o adaptación a la escuela, etc.
En esta explicación de la persona que solicita ayuda tenemos una información valiosa sobre su demanda, que es lo que quiere trabajar o mejorar con la ayuda profesional.
Sin embargo, en mi experiencia como psicóloga he tenido constancia de situaciones en las que la profesional amplía el motivo de demanda o lo centra en algo diferente de lo que la persona demandante expresa. Se trata de situaciones en los que la profesional considera que puede ayudar a la persona de manera mucho más eficaz en otros ámbitos diferentes a los que la persona solicita.
En estos casos, la profesional está centrando la demanda en sí misma, en lo que ella necesitaría o en lo que a ella le gustaría trabajar, en vez de centrar la demanda en la persona que solicita la ayuda.
Por ejemplo, una mujer acude porque quiere asesoramiento en cuanto al sueño de su bebé y la profesional deriva a la relación de pareja de esta mujer.
Debido a la existencia de este tipo de casos, creo imprescindible este texto para las personas que se dedican al acompañamiento profesional en relaciones de ayuda.
La demanda ha de ser atendida, comprendida y escuchada desde la necesidad expresada de la persona que solicita la ayuda y en ningún caso la profesional debe desviar o decidir otro problema a acompañar diferente al expresado por la persona que solicita la ayuda.
Muchas veces sucede que la profesional lee entre líneas o capta que la persona tiene situaciones complicadas o problemas expresados de manera colateral o simplemente interpretados por la profesional y trata de trabajarlos con la persona.
En estos casos, la profesional, con su actitud, está enviando un mensaje muy debilitante a la persona que solicitaba su ayuda, pues le está transmitiendo que no es capaz de seleccionar adecuadamente el problema o aspecto que quiere trabajar con la profesional.
Este mensaje debilita al otro desde un trato incapacitante y paternalista que la desempodera.
Es trabajo imprescindible de la profesional el ser capaz de escuchar y comprender la demanda de la persona que pide la ayuda y asesorarla y acompañarla desde ella, permitiendo en todo momento que sea la persona demandante de la ayuda la que vaya situando el acompañamiento o el asesoramiento en el lugar que desee, marque le ritmo del mismo y profundice en los aspectos que ella misma decida.
Así, la detección de la demanda y el respeto cuidadoso a la misma ha de formar parte del proceso de acompañamiento y asesoramiento. Debe estar centrado en todo momento en la persona que solicita la ayuda profesional y en ningún caso, ser desviada o dirigida por la profesional.
Esta idea se basa en la creencia de que es cada persona la máxima experta sobre su vida y la que ha de decidir en todo momento su camino, entendiendo la figura de la asesora o terapeuta como mera acompañante que promueve el desarrollo de la persona, pero dejando el protagonismo de su proceso a la propia persona de manera absoluta.
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