Las personas establecemos relaciones de ayuda cotidianamente. Algunas, en el ámbito profesional (profesionales de la salud, el asesoramiento, la esfera emocional…) y todas en la vida personal.
Pedimos, ofrecemos y nos solicitan ayuda. Es una manera habitual de relacionarnos. Somos seres gregarios, seres sociales, y las relaciones de ayuda os permiten desarrollarnos como grupos, como personas y como especie.
Cuando estamos criando a nuestros hijos, las relaciones de ayuda surgen frecuentemente. También, cuando trabajamos acompañando emocionalmente a personas o como asesoras. En mi ámbito, desde la psicología, y en la formación de expertas en acompañamiento a la maternidad consciente y la crianza respetuosa (Maternidad feliz, Crianza Respetada), las relaciones de ayuda son la base.
Sin embargo, tanto desde el ámbito personal como desde el profesional, las relaciones de ayuda han de desarrollarse cuidadosamente, en especial por parte de la persona que ofrece la ayuda, para que la relación fortalezca a la persona que demanda la ayuda. En este artículo quiero explicar la primera característica a tener en cuenta:
Para que se establezca una relación de ayuda, es necesario, en primer lugar, que exista relación entre, al menos, dos personas: una que demanda ayuda o apoyo y otra que reúne las cualidades necesarias para poder dar esa ayuda o apoyo concreto.
Las personas implicadas en la relación de ayuda, ha de ser conscientes ambas de la voluntariedad. Así, la persona que demanda ayuda, ha de hacerlo voluntariamente y la que la ofrece, también.
Muchas veces, se trata de forzar a otra persona a pedir ayuda. Consejos del tipo “deberías buscar ayuda”, “necesitas ayuda”, “déjame que te ayude” suelen estar muy presentes en relaciones en las que una persona desea ayudar a otra, pero esta otra no ha pedido ayuda.
En estos casos, la persona que desea ayudar, desde un cariño algo egoísta, percibe o interpreta que
- la otra persona tiene un problema,
- la otra persona es consciente de su problema o, si no lo es, su consejo le hará tomar conciencia de ello
- la otra persona no es capaz de resolver su problema por sí misma
- pedir ayuda es la solución al problema de la otra persona
Sin embargo, todo lo anterior son suposiciones o interpretaciones de la persona que quiere ayudar, pero no de la persona que supuestamente necesita ayuda.
Entonces, la persona a la que se quiere ayudar recibe varios mensajes debilitantes cuando se le recomienda que busque ayuda sin haberla pedido, tales como:
- tienes un problema y no eres consciente de él
- yo sé más que tú sobre ti misma, pues veo algo sobre ti que tú no ves
- no eres capaz de resolver tu problema, pero yo sí sé lo que has de hacer para resolverlo
- Yo soy más capaz que tú
Estos mensajes son realmente debilitantes para la persona a la que queremos ayudar, De hecho, más que apoyar, debilitan.
Suelen surgir en la vida personal de manera más obvia (entre amigos, familia…) pero también surgen mucho en el ámbito profesional, y es importante especificarlo.
En el ámbito profesional, la persona llega a la consulta de la especialista siendo consciente de que tiene un problema para el cual busca ayuda. Sin embargo, puede ocurrir que la profesional que la atienda, no se centre en la demanda de la persona y señale otros problemas diferentes que han de ser tratados o trabajados. De esta manera, desde la consulta profesional se debilita de inicio a la persona que acude en busca de ayuda.
Así pues, la iniciativa de pedir o buscar ayuda ha de surgir siempre de parte de la persona que considera que necesita ayuda, nunca de la persona que quiere ayudar o aconsejar.
Para ello, la persona ha de ser consciente de un problema y sólo ella misma, en el momento preciso de su vida y su desarrollo, tomará esta conciencia. Nadie puede forzar la toma de conciencia de otra persona.
Una vez que se haya producido esta toma de conciencia espontánea, la persona ha de decidir voluntariamente si desea resolver su problema. Podría suceder que no quisiera resolverlo y es importante, por parte de la persona que acompaña, respetar esta decisión.
Si a persona decide tomar acción para resolver su problema, es esencial que sea ella misma la que vaya trazando los pasos a seguir para ello, con o sin ayuda.
Si decide pedir ayuda, la persona buscará en función de su autoconcordancia y sus recursos. Es importante acompañar este proceso sin dirigir.
El hecho de tomar conciencia de un problema propio y decidir qué se quiere hacer con ello, es en sí mismo empoderante.
¿Y qué sucede con los niños pequeños?
Las relaciones de ayuda con niños pequeños (centrándonos en madres e hij@s) requieren también de voluntariedad por ambas partes y, en el caso de la persona de ayuda, dependerán de la idea personal de la madre de responsabilidad, acompañamiento y protección, así como de su escala de valores.
Por parte del niño, el respeto a la toma de conciencia y voluntad de ser ayudado es muy importante, así como el acompañamiento no directivo a todo el proceso.
Sin embargo, hemos de tener muy presente que es responsabilidad del adulto salvaguardar la seguridad física y emocional del niño y de los que están a su alrededor, por lo que en este establecimiento voluntario de relaciones de ayuda es imprescindible mantener un equilibrio entre el acompañamiento no directivo y los límites que el adulto detecta como necesarios.
Seguir leyendo sobre relaciones de ayuda empoderantes. hacer preguntas no ayuda cuando nos piden ayuda: https://www.psicologiaycrianza.com/hacer-preguntas-no-ayuda-cuando-nos-piden-ayuda/
Mónica Serrano Muñoz
Psicóloga especializada en Maternidad y Crianza Respetuosa. Crecimiento personal. Acompañamiento en momentos de cambio y crisis.
Asesoramiento. Terapia.
Formación de expertas.
Col. Núm. M26931
info@psicologiaycrianza.com
https://www.psicologiaycrianza.com
Formación Anual de Acompañamiento a la Maternidad Consciente y la Crianza Respetuosa: https://www.psicologiaycrianza.com/maternidad-feliz-crianza-respetada/