Cuando se trabaja la prevención de sufrir abusos durante la infancia, se me hace necesario puntualizar que el riesgo de sufrir abusos es muy difícil de prevenir desde la víctima potencial, pero sí podemos prevenir el riesgo de tolerar los abusos.
Con prevenir el riesgo de tolerar abusos durante la infancia me refiero a no saber detectar e identificar el abuso, normalizarlo y aceptarlo y, por ello, no verse en la necesidad de hacer nada para evitarlo pese al malestar que genera (aun normalizado, el malestar es intenso).
La base de la normalización de los abusos es ser observador de abusos validados por los demás. Es decir, el niño que presencia o sufre faltas de respeto, acoso o cualquier tipo de violencia (bien sea en su familia, en la interacción con otros niños o en otros ambientes) y nadie interviene, interiorizará, por mecanismos de aprendizaje social, que ese tipo de interacciones violentas son normales y aceptables y que nada puede hacerse por evitarlas.
Asimismo, el niño que emite interacciones agresivas hacia otros y éstas le son permitidas, interiorizará que las interacciones violentas son permisibles (desde sí y para sí).
Es decir, las agresiones observadas, experimentadas o emitidas por el niño, cuando son permitidas por los adultos, quedan validadas, lo cual constituye una validación de la violencia para el niño.
Por esto, resulta esencial intervenir siempre que se produzca una interacción violenta o abusiva delante de nosotras poniendo un límite, invalidando el acto, mostrando nuestro rechazo y reprobación al acto agresivo, a la falta de respeto y tratando de eliminarlo mediante el límite, tanto si es nuestro hijo el que la ejerce como si es nuestro hijo el que la sufre.
De este modo el niño recibe un doble aprendizaje:
- La violencia y el abuso no han de permitirse sobre uno mismo
- La violencia y el abuso no ha de ejercerse sobre otros
Así, es esencial intervenir ante agresiones físicas o emocionales entre niños (no son cosas de niños que puedan resolver ellos solos). Igualmente es esencial poner límites a los niños cuando agreden física o verbalmente a otras personas.
La vivencia de este límite enseña al niño a respetar y a respetarse, porque le protege y protege a los demás. Transmite de manera clara el mensaje relacionado con no tolerar abusos (además de no emitirlos).
De esta manera, aunque no podemos eliminar del todo el riesgo de sufrir abusos, sí que podemos contribuir a reducir la probabilidad de que los abusos se toleren o se emitan.
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